Hablar de la
aparición de determindas conductas en los bebés tales como voltearse, gatear,
caminar, hablar, control de esfínteres, entre otros; se ha vueto un tema que
más allá de despertar un interés en las madres trasciende a la preocupación por
si lo está manifestando a la edad adecuada, si su manifestación temprana es un
indicador de mayor potenicial o si su ejecución un poco más tardía de lo
esperado, indica algún retraso madurativo y del desarrollo en nuestro peque.
Si bien es
cierto que existen teorías del desarrollo que establecen parámetros de
aparición conductual a determinados renglones cronológicos y que estos están
avalados por investigaciones rigurosas, generando así un discurso científico en
el tema autorizado y aceptado universalmente; no es menos cierto, que la
unicidad de cada ser humano relativiza estas teorías y por ello se hace
imperante verlas desde un cristal más respetuoso y subjetivo (porque no somos
objetos sino sujetos) que nos permita mirar a nuestros hijos como seres únicos
e irrepetibles que no responden como máquinas, sino que se desarrollan fluidamente
y en amor por el acompañamiento consciente que nosotros, sus adultos
significativos, estamos dispuestos a ofrecerles.
En mi trabajo
como docente del área de la Educación Especial, me he cruzado con un número
importante de madres preocupadas porque algún especialista le ha indicado que
su hijo no está manifestando alguna conducta en particular y que esa situación
específica podría estar indicando algún retraso significativo en el desarrollo,
algunos de esos casos luego se confirmaban con diganósticos serios y
confiables, otros (lamentablemente debo reconocer que muchos) fueron sólo
suposiciones excesivamente alarmantes por algún profesional que desde una
perspectiva científica rigurosamente apegada a una teoría del desarrollo,
invisibiliza la unicidad del niño y le asigna etiquetas penalizadoras que no
contribuyen al sano reconocimiento del desarrollo del bebé, exponiéndolo a él y a sus padres a
situaciones estresantes y a la realización de exámenes médicos de alto riesgo
de manera innecesaria.
Llegado a este
punto más de una madre lectora debe estar haciéndose algunas preguntas como:
entonces, a quién le creo? qué hago? cómo procedo? Bien, veamos algunas ideas
al respecto y tomemos decisiones conscientes e intencionadas en beneficio de
nuestros hijos y nuestras familias:
1. Conozcamos a nuestros hijos: como madres,
tenemos un don particular y genuino que nos facilita conocer en mente, corazón
y alma a nuestros hijos; es una habilidad innata que pareciera salir a flote el
mismo día que nos dicen que nos convertiremos en madres. Aprovechemos al máximo
esta habilidad especial que nos permite entrar en conexión legítima con nuestro
hijo y estrechar lazos únicos de comprensión, reconocimiento y comunicación con
él, tomemos un profundo respiro y hagamos silencio para escuchar esa voz
interna que nos habla con sinceridad sobre nosotras mismas y nuestros hijos, de
seguro escucharemos cosas maravillosas
2. Demontemos mitos: si existe algún elemento
en particular que nos genere cierta duda sobre el desarrollo de nuestro bebé,
analicemos la situación desde una perspectiva crítica, pensemos en si esta inquietud
tiene realmente valor o ha sido infundada por presiones sociales de nuestro
entorno y carecen de caracter científico, por ejemplo: he visto como a muchas
madres las presiones por si su hijo usa pañales a determinada edad las lleva a
pensar que puede existir un “problema biológico” que pueda impedir el adecuado
desarrollo del control de esfínteres, cuando en realidad es que el niño no esta
emocionalmente preparado para dejar el pañal.
3. Busquemos diferentes opiniones: Si existe
alguna conducta en particular que nos esté llamando la atención, debemos consultar
con especialistas de confianza y si la recomendación clínica es de alto
impacto, a pesar de no estar en una situación de emergencia, sugiero la
contrastación de opiniones. A veces los
médicos pueden tomar decisiones excesivas, bien porque tengan una postura clínica
que los lleva recomendar acciones poco acertadas para la particularidad de
nuestro hijo que pueden ser solucionadas
con recomendaciones de menos impacto, o
pueden equivocarse porque son seres humanos que pueden errar, ante ambas
posibilidades lo mejor es confirmar diagnósticos y tratamientos en el caso de
que no estemos del todo seguras y confiadas.
4. Actuemos de corazón: ante cualquier
circunstancia… actuemos de corazón, el amor es la herramienta más sincera y
sabia ante cualquier situación.
Indistintamente de lo que puedan aconsejarnos los demás, de las
innumerables presiones sociales a las que como madres estamos expuestas o de
las reales situaciones de salud que podemos enfrentar con nuestro peque,
nuestro actuar debe estar siempre lleno de amor hacia nuestro hijo, ubicándonos
en el plano de su reconocimiento, aceptación y respeto.
Estas cuatro recomendaciones nos ayudarán
a bajar los niveles de angustia sobre nuestros hijos, a tener expectativas más
asertivas sobre su desarrollo y a tomar decisiones más efectivas y respetuosas.
Recuerda siempre que tu hijo es único y eso, al final, es lo que realmente
vale!
Lidmi
Fuguet
Mamá de Sabrina
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Creadora y coordinadora de Pequeñas Estrellitas @PeqEstrellitas
Mamá de Sabrina
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Creadora y coordinadora de Pequeñas Estrellitas @PeqEstrellitas
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