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martes, 29 de marzo de 2016

Desmontando mitos en la crianza (5): soy la autoridad - Lidmi Fuguet



El tema de la autoridad dentro de las relaciones familiares tiende a presentarse de manera confusa y compleja cuando la misma es asumida como sinónimo de respeto. Muchas veces, esperamos que nuestros hijos respondan positivamente ante nuestras demandas y cuando por alguna razón (lógica o no ante la interpretación adultocentrista) el pequeño decide revelarse o contrariar la demanda de la madre o el padre, se siembra en nuestro interior una gran duda sobre si ceder afecta la forma cómo mi hijo me puede ver, pues puedo pensar que ceder implica, perder autoridad y por consiguiente, disminuir la  autoridad puede interpretarse como menoscabo del respeto… Y no hay nada más erróneo que esto!
Si bien el respeto y la autoridad pueden (y deben) ir tomadas de la mano, éstas no pueden ser vistas como un algoritmo de adición simple, donde la suma de sus valores siempre resultarán lo mismo, indistintamente del orden en el que se presenten; pues no, aquí la operación aritmética pasa a ser mucho más compleja que una agrupación de partes y el orden en el que se presenten sí pueden afectar significativamente el cómo se establezcan estas relaciones entre los integrantes de la familia, veámos por qué?
Si insistimos en establecer el respeto sobre la base de actitudes autoritarias, posiblemente lograremos la manifestación de conductas socialmente “aceptadas” por parte de nuestros hijos, las cuales nos traerán mayor tranquilidad y comodidad en nuestro proceso de maternidad/paternidad durante los años de infancia; sin embargo, la vinculación con el respeto estará nublada por la sombra del miedo, por lo que nuestros hijos “harán caso” no porque nos respeten o entiendan la intencionalidad del bien o el mal en sus acciones, sino porque temen a ser reprendidos o castigados por sus padres, actitud que luego trasladarán al resto de las relaciones jerárquicas donde el que ejerce la autoridad concentra el poder, ejemplo: docente en la escuela, compañero líder del salón de clases, jefe en el trabajo o futura pareja.
Por el contrario, si establecemos relaciones de comprensión, empatía y comunicación fluída con nuestros hijos, promoveremos un vínculo respetuoso bidireccional, que redundará en la construcción de un sistema democrático en el hogar, lo cual indudablemente conducirá a una relación de autoridad donde el poder no está concentrado en una sola figura (papá o mamá) sino una autoridad respetuosa, responsable y circunstancial. En un futuro, nuestro hijo tendrá capacidades emocionales que les serán favorables para respetar y hacer respetar la autoridad, no por miedo, sino por convicción.

·      Autoridad + poder = respeto por sumisión y miedo
·      Respeto + comunicación = autoridad democrática y circunstancial

Si bien es cierto que este tema nos mueve y conmueve internamente por el temor a que nuestros hijos fracasen socialmente, tenga la plena certeza que amor suma amor y respeto suma respeto… así como presión, humillación y castigo suman miedo, en sus manos está gran parte del resultado de esta operación.

Lidmi Fuguet
Mamá de Sabrina
Profesora en Educación Especial – Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Coordinadora de Pequeñas Estrellitas @PeqEstrellitas


Texto original publicado en el blog de Pollito Inglés - Colaboradora Pollito 

Desmontando mitos en la crianza (4): La nalgada a tiempo - Lidmi Fuguet



Cuando hablamos de disciplina y sus formas de inculcarlas, generalmente se nos vienen a la mente imágenes, ideas y recuerdos vinculados con reacciones autoritarias que implican desde una mala mirada, frase amenzante, pellizco escondido y hasta una nalgada (comúnmente justificada) a tiempo…
Esta generalidad más que lamentable es extremadamente alarmante pues muestra cómo los adultos, en muchos casos, nos atrevemos a abusar de nuestra fuerza y poder jerárquico e indiscutiblemente superior a la del niño, quien al fin y al cabo es nuestro propio hijo.
Hoy en día vemos como la sociedad defiende estos maltratos y abusos con argumentos centrados en: por un lado la temporalidad futura, como por ejemplo si no le castigas/regañas/pegas a tiempo, no te respetará y se convertirá en un delincuente… y por el otro lado, la justificación a nuestros propios abandonos y maltratos en la infancia, muchos hemos dicho o al meno oído decir “soy una persona de bien por tanto regaño/nalgada/castigo que recibí de pequeño”… Sin caer en el detalle de qué es lo que exactamente nos hace catalogarnos como persona de bien, realmente estamos convencidos de que somos buenos porque nos golpearon? o no será porque alguien nos atendió, nos dió un buen ejemlo y nos amó? Personalmente prefiero quedarme con la segunda opción y hago todo lo que está a mi alcance para que mi hija también tenga esa misma experiencia.
En este sentido, les expondré a continuación algunos de los argumentos que a mi parecer, la nalgada a tiempo nada tiene que ver ni con la disciplina, el respeto y mucho menos el tiempo… veamos:
1.     En la mayoría de los casos, esa nalgada a tiempo, realmente es aplicada a destiempo y por qué digo esto? Porque en su mayoría, no pasamos todo el día pegado a nuestros hijos, bien sea porque ellos van a la escuela, van al parque, a casa de otros amigos, nosotros al trabajo, o nos quedamos en casa haciendo quehaceres; en este sentido, cuando nos enteramos que algo considerado inadecuado ocurrió, lo más seguro es que haya transcurrido un tiempo significativamente distante entre el evento y la futura nalgada que le “enseñará a no repetirla”, por lo que en este momento la nalgada deja de tener su propósito inmediato y condicionante de eliminador de mala conducta a ser simplemente una nalgada, en fin pegar por pegar… y eso indiscutiblemente no es disciplinar, ni mucho menos enseñar
2.     Creer que la falta de nalgadas trae como consecuencia que en un futuro el niño se convierta en una persona de mal o como dice el argot coloquial “un malandro” es realmente desentimar los niveles de violencia que existen en los hogares y entornos más cercanos a esas personas, la violencia es un proceso cíclico que se fortalece en la medida que más se hace presente, así como el amor, el respeto, la tolerancia y la compasión se incrementan en la medida que se manifiestan.
3.     La supuesta disciplina que pueda instaurar una nalgada a tiempo será siempre consecuencia del miedo o temor al represor y nunca respeto, reflexión o toma de consciencia sobre hacer el bien para sí mismo y los demás, en este sentido, vale la pena preguntarse si como padres preferimos que el niño hoy (corto plazo) no se monte en una mesa porque teme a que le peguen o que el día de mañana (largo plazo) respete, sepa convivir en armonía con quienes le rodean y cuide las cosas propias así como la de los demás.
4.     Muchas veces la “razón” de la nalgada está en el fondo más vinculada con la pérdida de paciencia del adulto (es que me sacó de quicio!) que por la trascendencia de la conducta del ni˜õ, esto lamentablemente refleja cómo en oportunidades, la curiosidad, el disfrute, la movilidad y actividad del pequeño a veces nos inquieta más que su propia educación, ante esto hay que tener muchísima reflexión e instrospección, porque el cambio no radica en el niño, sino en nuestro propio interior.
5.     Si piensa Usted que el niño aún está muy pequeño para entender de razones y negociar, cree realmente Usted que pueda entonces aprender por una nalgada?… lo dejo a su reflexión.

Aunque podría seguir exténdiendome en muchos más argumentos, para poner en evidencia la ineficiencia en cuanto a disciplina tiene la nalgada a tiempo*, quisiera finalizar este post invitándolos a reflexionar realmente sobre este tema pero no desde la mirada adulta que actualmente tenemos, sino desde la postura de los niños, de lo que ellos pueden realmente sentir y pensar, de aquello que nosotros mismos sentimos y pensamos en nuestra propia infancia.

Lidmi Fuguet
Mamá de Sabrina
Profesora en Educación Especial – Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Coordinadora de Pequeñas Estrellitas @PeqEstrellitas


Texto original publicado en el blog de Pollito Inglés - Colaboradora Pollito 

*Si desea profundizar en el tema recomiendo ampliamente las publicaciones sobre crianza libre de castigos de Berna Iskandar @conocemimundo

Desmontando mitos en la crianza (3): No cedas jamás - Lidmi Fuguet



Una de las recomendaciones más comunes cuando hablamos de crianza está relacionada con “no ceder jamás” al momento de afrontar las solicitudes que puedan considerarse inapropiadas por parte de nuestros hijos, es por ello que constamentemente escuchamos que debemos mantenernos firmes ante los niños para demostrar quién posee el poder y la autoridad.
Si bien esta es una premisa que pareciera ser muy lógica, empieza a perder autenticidad cuando la contrastamos con situaciones cotidianas de nuestros estilos de vida e incluso con nuestras más profundas expectativas en cuanto a la personalidad y competencias sociomeocionales que deseamos posean nuestros hijos a futuro, veamos a continuación algunos elementos que nos hacen dudar sobre si el hecho de “no ceder jamás” ante nuestros hijos, nos garantiza el mejor aprendizaje:
1) Vivimos en un mundo donde experimentamos más situaciones de negociación y en muchas oportunidades nos exige ceder, que en uno donde nada es flexible, por lo que es necesario ofrecer a nuestros hijos oportunidades para desarrollar sus capacidades de reflexión, adaptación y toma de decisiones, con el fin de que consolide su independencia enmarcada en valores de respeto y empatía, lo cual será difícil de enseñar si nunca cedemos.
Por ejemplo, la mayoría de nosotros los adultos tenemos un horario fijo para entrar a nuestros trabajos, sin embargo, en oportunidades necesitamos un poco de flexibilidad para poder cumplir con alguna otra responsabilidad personal (cita médica, reunión en la escuela de los niños, otros) no por este tipo de solicitud nos volveríamos irresponsables, irrespetuosos e incompetentes, por el contrario si mi jefe no cede, lo catalogaría de intransigente e imconprensible, y si negocia el tiempo por esta solicitud se ganaría mi confianza y respeto que luego se traducirá en compromiso y responsabilidad; entonces, cómo esperarías tú que te viera tu hijo?
2) Ceder en algunas oportunidades ofrece experiencias más significativas que ser rígidos y autoritarios, ahora bien, esto no significa que inclinemos toda la balanza hacia la flexibilidad absoluta en cuanto a temas de crianza se refiere, la búsqueda constante del equilibrio y la sensatez es en este caso el aliado perfecto para tomar las mejores decisiones con respecto a los vínculos emocionales y sociales que deseamos establecer con nuestros hijos y fortalecer para su exitoso desenvolvimiento social. Un ejemplo, tenemos un familiar de visita en casa, esa noche nuestro hijo solicita ir a cama un poco más tarde de la hora acostumbrada para poder compartir con esta persona, nuestra respuesta cuál sería? Si creemos en la premisa de “no ceder jamás” la respuesta debe ser NO, pero si en el fondo sabemos que una oportunidad como esta será difícil que vuelva a pasar entonces vemos como aceptable y cedemos ante la solicitud de nuestro hijo. Con este ejemplo vemos claramente que hasta la persona que se considere más rígida en este tipo de temas siente la necesidad de ofrecer un poco de flexibilidad para disfrutar, en este sentido, si consideramos que es sano y factible ceder en este tipo de circunstancias, es porque reconocemos que esta premisa no existe como tal en la vida real.
3) Si no cedemos jamás podemos instaurar en el inconsciente de nuestros hijos lo que el Psicólogo Norteamericano Martín Seligman denomina como la “indefensión aprendida” la cual consiste en que si el ser humano durante su desarrollo es expuesto a situaciones de control externo absoluto, es decir que los adultos poseen la autoridad exclusiva de decidir por ellos, se aprende cumplir las instrucciones dadas por otros sin ninguna capacidad crítica o posibilidad de negación ante ello, por lo que nuestros hijos sería obedientes por condicionamiento y no por respeto o toma de conciencia empática.  Esta indefensión hace que el niño crezca con la ceencia de que por más que haga o diga algo, no será atendido ni escuchado, no creerá en sus capacidades de toma de decisiones y generalmente actuará por instrucción de otra persona que considere su autoridad. La instauración de esta actitud sumisa es la que abre la puerta al abuso del poder, de allí que veamos cómo existen docentes que abusan de sus alumnos sin ser denunciados, día a día vemos como incrementan los casos de acoso escolar (bullying) entre otros.
Desde esta perspectiva, se hace entonces innecesario creer que el “no ceder jamás” ante los niños pueda ser una práctica de crianza favorable si buscamos que nuestros hijos desarrollen capacidades de crítica, respeto, independencia y autonomía, por lo que antes de dar un rotundo NO o exigir determinada conducta y esperar de ellos específicas reacciones, ofrezcamos oportunidades para la toma de decisiones, confiemos en sus capacidades de autorregulación y en nuestro propio instinto materno.


Lidmi Fuguet
Mamá de Sabrina
Creadora y Coordinadora de Pequeñas Estrellitas @PesEstrellitas
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Investigadora en el área de Infancia 

Texto original publicado en el blog de Pollito Inglés - Colaboradora Pollito 



Desmontando mitos en la crianza (2): ignora y extingue - Lidmi Fuguet




Iniciaré este post citando la definición de IGNORAR que nos ofrece el diccionario de la Real Academia Española

“No hacer caso de algo o de alguien, o tratarlos como si no merecieran atención”

Ahora continúo con una interrogante para la reflexión: dígame, con toda la sinceridad, si existe algún motivo, razón o circunstancia que pueda justificar que su hijo puede ser tratado “como si no mereciera atención”?

Bien, mi respuesta es NO!, no existe ningún motivo! Pero si aún piensas que si existen momentos donde es mejor ignorar a un niño, trataré a continuación de convercerle con algunos argumentos que van un poco más allá del saber popular o el sentido común.

Desde el punto de vista psicológico, en particular desde el Paradigma de la Psicología Conductista, una conducta considerada inadecuada puede extinguirse mediante: (1)  el reforzamiento con estímulos negativos, es decir, estímulos que generen una reacción de desagrado, negación, miedo o temor a repetirla, o (2) por medio del desuso lo que conlleva al olvido de la manifestación. 

En este sentido, vemos como ambas propuestas para la desaparición de la conducta considerada socialmente inaceptable (como el caso de la pataleta o berrinche) están relacionadas  con la implementación de un reforzador en ese caso negativo y otra con la decisión del individuo en no utilizarlos, en ninguno de los casos vemos que el no reaccionar, el no trata, pueda considerarse como el estímulo transformador de conducta, pues el ignorar podría considerarse como la ausencia de estímulo.

Por otro lado, cambiando el cristal del lente y ubicándonos en un Paradigma Humanista que reconce la unicidad del ser,  resalta el aspecto emocional del individuo y sus capacidades de acción,  el ignorar determinadas manifestaciones de nuestros hijos puede convertirse en un arma de doble filo, pues si bien posiblemente disminuya su conducta, esta reacción dificilmente será una consecuencia de satisfacción genuina a sus demandas o por madurez emocional, sino que lo hará por una sensación de abandono que le ha hecho entender que quienes están a su alredor no lo atenderán oportunamente y esta construcción la llevará internamente y se fortalecerá al pasar del tiempo como un muro que divide el mundo entre padres e hijos, situación que puede retornarse a nostros con un mayor costo en la etapa de la adolescencia.

Es por ello que es importante reflexionar sobre si en realidad mi interés como madre es que mi hijo se comporte bien, aunque el costo sea reprimir sus sentimientos para poder ser aceptado por el resto de las personas o que desarrolle la capacidad de sentir y autoregular sus emociones; si nuestro interés se ubica en este último punto, entonces debemos darle a nuestro hijo la oportunidad de experimentar, tomar decisiones y expresarse, vivir es la única manera de garantizar el aprendizaje significativo.

Otro elemento que debemos tener claro es que atender no es sinónimo de ceder y tampoco implica darle al niño todo lo que pide para que se calme, incluso en situaciones en las que creemos que lo que pide no sea beneficioso; no, para nada atender significa eso, así como ignorar tampoco significa ser fuerte y mantener la autoridad en la relación.  Ignorar, para un niño es abandono, así como lo es de doloroso para un adulto que necesita que alguien lo escuche, lo atienda o lo mire y el otro no lo hace.

Ignorar lastima, mientras que atender y acompañar enseña.

Hace pocos días una amiga me comentaba que su nene de 2 años había tenido dos días intensos pues por todo hacía pataleta, luego manifestó un quebranto producto de un virus y reflexionaba sobre cómo esa actitud prevía podía tener una vínculación con su malestar físico, ciertamente al no tener el nené palabras para expresar su malestar rompía emocionalmente ante cualquier sitación por necesidad de cuidados porque se sentía indispuesto… y a quién no le gusta que lo atiendan cuando se siente mal?

Con este ejemplo, les hago la invitación a ver más allá de la conducta y a intentar interpretar las reales causas de estas manifestaciones, para poder atender de manera eficaz y oportuna y evitar así ignorar indicadores importantes de salud, bienestar, crecimiento y emotividad de nuestros hijos

Lidmi Fuguet
Mamá de Sabrina
Creadora y Coordinadora de Pequeñas Estrellitas @PesEstrellitas
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Investigadora en el área de Infancia 
Texto original publicado en el blog de Pollito Inglés - Colaboradora Pollito




Desmontando mitos en la crianza (1): hablemos de pataletas - Lidmi Fuguet





Una de las cosas que como madres más nos preocupa en la crianza de nuestros hijos está vinculado con el tema de la conducta socialmente acepata de los niños en la sociedad, es por ello que en muchas oportunidades buscamos consejos sobre cómo enfrentar aquellas situaciones que puedan salirse de nuestro control, como es el caso de las pataletas o berrinches.

Es por ello que, aprovechando esta ventana virtual, de gran acceso a madres preocupadas y comprometidas con la crianza de sus hijos, dedicaré este y  los 4 post siguientes a abordar este tema que tanto interés nos ocupa, así que pendientes de nuestras publicaciones en las redes sociales para seguir el hilo donde intentaré desmontar algunos “mitos” de crianza, muy bien posicionados socialmente, pero que lamentablemente no son del todo cierto y en muchos casos generan más daño que bien en nuestros niños.

Para hablar sobre las pataletas, rabietas o berrinches (como lo quieran etiquetar), es necesario posicionarse desde una mirada que intenta acercarse más a las intenciones genuinas del niño, que nos permita crear vínculos y comprensiones más empáticos con ellos, de esta manera podemos acercarnos sin tantos juicios a ellos.

Un niño de dos años, un poco más, un poco menos, se encuentra evolutivamente hablando en un proceso de descubrimiento del Yo, reconocimiento de su cuerpo, sensaciones y emociones, aunado a la conformación de su autonomía e indenpendencia como individuo, por eso es totalmente lógico que en ese intercambio con su mundo encuentre un montón de cosas que con las que debe lidiar para empezar a establecer mecanismos de autoregulación de necesidades tanto biológicas, como sociales y afectivas, y en consecuencia, se cruce en momentos con un borbadeo de estímulos que se le dificultarán organizar, procesar lo que puede generar el estallido en llanto, sensación de fracaso  o impotencia, hecha manifestación conductual en lo que regularmente llamamos pataleta.

Estas situaciones, generalmente como madres, nos incomodan, nos inquietan y por ello constantemente buscamos la forma como minimizarlas, evitar que se repitan y se puedan poner en tela de juicio nuestras capacidades como “buena madre” o la de nuestros hijos como “buenos niños”.  Ahora bien, en este punto debemos entender que esas categorías bipolares de si somos “buenos” o  “malos” son simples construcciones sociales que no deberían convertirse en nuestro referencial de crianza si queremos realmente acompañar con respeto y de manera oportuna a nuestros hijos, el secrteo de una crianza consciente y amorosa está en conocer y reconocer a nuestros hijos tal como son, desde su punto de vista, cambiar nuestro cristal de adulto para ponernos en el lugar de nuestros hijos.

En este sentido, podemos ver como muchas de las recomendaciones, consejos o tips para abordar una pataleta de nuestro pequeño empieza a perder su valor cuando lo analizamos desde la perspectiva del niño.  Entre las sugerencias más escuchadas en nuestro entorno para intentar eliminar las pataletas o conductas “socialmente inadecuadas” tenemos:
1)   Ignorar la conducta del niño generará su extinción
2)   Ceder ante la exigencia del niño incrementará sus habilidades manipulativas
3)   Una nalgada a tiempo evita futuras conductas inadecuadas
4)   Demuestra en todo momento tu autoridad como madre/padre

En general, estas cuatro comunes, repetidas y socialmente posicionadas recomendaciones de crianza se encuentran permeadas de niveles de violencia tanto física, como emocional,  una de ellas más evidente que la otra, pero violencia al fin y generalmente lo actos de intercambio en vibración negativa atraen nuevamente la negativa, solo cuando rompemos el hilo y abordamos con una reacción positiva, movemos, desplazamos el negativo suprimimos lo indeseado. Así que desde este momento dejemos de catalogar entre bueno o malo las conductas de nuestros hijos, y empecemos a interpretarlas, por qué las hacen, qué hay detrás de ellas y cómo desde la comprensión y el acercamiento podemos neutralizarlas.

En los próximos post hablaremos de cada uno de ellos, de su transcendencia y de la forma cómo podríamos cambiarlas.  Para finalizar quisera rescatar una frase de Andrea Grande

“Debemos propiciar una esfera de encuentro. El encuentro forma. El desencuentro deforma”

 Por eso no hay mejor forma de crianza que aquella que busca el encuentro…


Lidmi Fuguet
Mamá de Sabrina
Creadora y Coordinadora de Pequeñas Estrellitas @PesEstrellitas
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Investigadora en el área de Infancia 

Texto original publicado en el blog de Pollito Inglés - Colaboradora Pollito 

lunes, 14 de marzo de 2016

En marzo el encuentro fue con Yolanda Reyes - Diana Nivia



Tradicionalmente la lectura y la escritura han estado circunscritas al ámbito escolar. De allí que pareciera que los maestros siempre son los encargados de invertir tiempo y esfuerzo en aras de garantizar el acercamiento de los niños al mundo lector. Pero los padres también juegan un papel preponderante, pues ellos pueden contribuir para que esa interacción entre el niño y los libros no sólo resulte significativa sino sobre todo placentera. Es por ello, que cada mes he querido compartir con ustedes las obras de literatura infantil de un autor diferente. Un autor que nos invite a soñar, un autor que nos envuelva con sus mágicas historias y que sus relatos puedan ser compartidos con los más pequeños y, ¿por qué no?, también con los más grandecitos de la casa.
En este mes, quiero presentarles a Yolanda Reyes, ella es una escritora colombiana reconocida como una de las principales representantes de la literatura infantil y juvenil. Sus inicios estuvieron centrados en el ámbito de la educación, pues durante muchos años se desempeñó como maestra, más adelante orientó sus estudios hacia la filología y la literatura dirigida al público infantil. Ha desarrollado innumerables proyectos de investigación en pedagogía de la lectura desde la primera infancia, ha sido facilitadora de talleres y conferencias a escala nacional e internacional y ha colaborado en la elaboración de lineamientos y políticas de lectura. Hoy en día su actividad está orientada, entre otras cosas, hacia la promoción y animación de la lectura dirigida tanto a bebés y niños como a padres y maestros a través de su institución “Espantapájaros”. A continuación comparto algunas de las obras que me cautivaron y espero con ansias que también los cautive a ustedes:

El terror del Sexto “B”: Si de literatura infantil se trata, esta es una de mis obras favoritas, por tanto, no puedo dejar de recomendárselas. Y es que Yolanda Reyes sabe cómo atrapar a esos lectores jóvenes que, al igual que los adultos, han vivido diversas experiencias en las que el miedo ha estado presente en algún momento de nuestras vidas, o la tristeza nos ha hecho derramar algunas lágrimas, o algo mejor, hemos explorado lo que significa nuestro primer amor y en más de una oportunidad hasta hemos realizado unas cuantas travesuras. Es por eso, que la autora ha querido deleitarnos con esta obra presentándonos ocho hermosas historias, cada una cargada de esas añoranzas de nuestra dulce infancia. Les contaré sobre alguna de ellas. “Frida”, nos cautivó desde el principio, haciéndonos sentir cada una de las emociones que vivió el joven Santiago a lo largo de sus vacaciones pero que por temor, quizás a su maestro, no quiso plasmar en el papel. Luego, encontramos “El día en que no hubo clase” y con esta historia estoy segura que más de uno comenzará a cruzar los dedos para que el lunes no haya clase.“Un árbol terminantemente prohibido” es otra historia que transcurre en un colegio donde una de las prohibiciones más importantes es masticar chicle, sin embargo, los estudiantes del quinto “A” saben perfectamente dónde esconder los residuos. El jardín en muy poco tiempo tendrá los arboles más grandes de América y en el colegio habrá que sacar muchos tobos para recoger la lluvia de chicles de todas las marcas y colores que caerán de las copas de los arboles. El terror del sexto “B” narra cómo el niño más tremendo del salón querrá salirse con la suya al hacerle una broma pesada a su profesor, pero lo que no se imagina es que al final, quien se llevará el gran susto será el mismo alumno. En último lugar encontramos “Un amor demasiado grande” y es que los finales de las obras no pueden terminar si el amor no está presente. Lo curioso de este relato, es que Juanita no quedó precisamente enamorada sino más bien atemorizada por las grandes y excesivas muestras de amor que le proveía Mauricio, un joven muy alto, de talla muy grande, que un día se enamoró y que solo deseaba expresarle sus más sinceras y cálidas muestras de afecto, pero la forma de hacerlas llegar tenían una manera bien particular y si no que lo digan los policías y los bomberos.

Una cama para tres: para aquellos días en los que nos cuesta dormir, quizás porque el miedo nos invade, nada más rico que compartir en familia esta lectura de Yolanda Reyes. Es una historia breve y muy amena donde al niño Andrés le cuesta mucho irse a la cama, pues dice tener miedo a las pesadillas. Su mamá, como casi todas las mamás, hacía lo posible y lo imposible por brindarle apoyo, cariño y acompañarlo noche tras noche con la lectura de un cuento diferente. Pero nunca eran suficientes las historias de mamá para el niño, quien siempre quería más y más. Una noche, cuando ya le tocaba quedarse solo en su cuarto, apareció el gran dragón, los gritos no se hicieron esperar, y al rescate pronto estaban papá y mamá. Los tecitos de lechuga con manzana, las góticas de impaciencia y los brebajes de la abuelita no ayudaban en nada al querido Andrés. Quizás la fórmula mágica estaría en dormir en el cuarto de los padres, pero… ¿cabrán tres en la cama?, ¿papá aguantará las pataditas de Andrés todas las noches? ¿quién se irá primero de la cama?, si caben tres, cabrán cuatro, se pregunta el Dragón. Como les comentaba al principio, no nos podemos dormir sin dejar de leer esta graciosa historia con nuestros pequeños, porque el miedo pareciera que nunca tiene edad.

María de los dinosaurios: El personaje de este divertido relato se llama María. Esta hermosa niña vive literalmente pegada a la pantalla del televisor. Su madre, como casi todas las madres, preocupada porque a su hija se le pongan los ojos cuadrados, busca la manera de hacerle entender que hay mil cosas por hacer y que ya es hora de despegarse, pero María, cansada de los comentarios y permanentes llamados de atención de su madre, busca desesperadamente su control remoto y se concentra aún más en la programación donde anuncian que faltan segundos para ver un capítulo más de “El universo en expansión”. Tal concentración tuvo esta niña que la condujo nada más y nada menos que a  adentrarse en un mundo imaginario, en el cual tendrá que resolver con mucho ingenio cada una de las circunstancias por las cuales ella y su amigo del colegio, Mateo Laverde, atravesarán, para salir sanos y a salvo y, por supuesto, encontrarse nuevamente con su realidad. Esta historia además de graciosa nos invita a reflexionar sobre cuánto tiempo pasan nuestros niños frente a los aparatos tecnológicos, cuánto tiempo permitimos que estén lejos de nosotros, y cuánto tiempo más permitiremos que el televisor termine ocupando nuestro lugar. Sin lugar a duda, esta historia nos puso a pensar.
Los agujeros negros: Siempre que el niño Juan trata de hablar sobre aquel lejano campo, la abuela pareciera inquietarse y evadir el tema. Desde que sus padres murieron, Juan no ha vuelto al pueblo San Juan del Sumapaz, pero aún es capaz de recordar, a sus siete años, la hermosa quebrada de aguas cristalinas, la alfombra de musgo, el bosque de niebla, las botas enormes de papá y, por supuesto, los agujeros negros. Aquellos agujeros que en las noches no lo dejan dormir tranquilo y, que ocasionan que la lámpara del corredor deba permanecer prendida. Dentro de poco Juan cumplirá años y pidió a su abuelita como regalo que lo llevara al lugar de sus recuerdos. Una vez estando allí, Juan logra reencontrarse con campesinos, madrinas y otros niños que hacen que su estadía sea cálida y por tanto sus ganas de volver sean aún más fuertes. De regreso a la ciudad, afloran sentimientos encontrados en Juan como la tristeza, el cansancio y la felicidad. Pero esa misma noche, ya no había necesidad de dormir con la luz encendida, pues los agujeros negros habían desaparecido. Este texto es una de las historias más conmovedoras de Yolanda Reyes, su mirada estuvo puesta en los miles de niños que son víctimas de la violencia. En honor a ellos y por el derecho que tienen todos los niños a recibir auxilio y protección cerramos con esta hermosa obra. Será un hasta luego, pero solo por este mes!

Diana Nivia
Profesora de Educación Especial en Deficiencias Auditivas
Magister en Lingüística
Profesora Universitaria
Intérprete de Lengua de Señas Venezolana

martes, 8 de marzo de 2016

Letras con forma de Mujer - Angélica Taboada




El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, en el que se conmemora la lucha de la mujer por su participación en una sociedad igualitaria. Cada año se realizan actos, eventos y homenajes a todas aquellas que han luchado cada día por defender sus derechos además de sus deberes y este espacio está dedicado a todas ellas.
Como en otras oportunidades, voy a recomendar libros para niños pero también para los no tan niños, letras que les darán a conocer mundos y  experiencias, historias fantásticas y reales que los harán conectarse con muchas de ellas.
     Niña Bonita de Ana María Machado: este cuento siempre debe estar en nuestras casas y escuelas, hasta repetido de ser posible, en primer lugar porque a los niños les encanta y porque nos narra la historia de esa niña bella, tan bella que un conejo blanco quiere saber cuál es su secreto para ser tan negrita, negrita como el café, con sus ojos de aceitunas negras, cabello rizado y piel suave como la de una pantera. Por fin descubren que sus encantos vienen de su madre que es negrita e igualmente bella.
     Rosaura en bicicleta de Daniel Barbot: Amelia es una señora a la que le gustan mucho los animales, tiene un gato, un loro, dos canarios, una tortuga y una gallina llamada Rosaura; y ¿por qué está incluida en esta selección? Porque Amelia hizo todo lo posible por conseguirle una bicicleta a su gallina, lo que nos muestra que las mujeres somos capaces de hacer lo que sea por conseguir lo necesario para quienes queremos y nos acompañan a diario.
     Nana Vieja de Margaret Wild y Ron Brooks: Nana Vieja y Chanchita vivían juntas desde hace mucho tiempo, todos los días hacían juntas las tareas del hogar y conseguían lo necesario para hacer sus días felices, pero, una mañana Nana Vieja comenzó a sentirse mal y no quiso levantarse de su cama, así pasaron las semanas mientras su salud se deterioraba, hasta que vio su último amanecer con su nieta. Con este libro podemos recordar con nuestros niños a nuestras abuelitas, que siempre, estén donde estén, van a cuidar de todos nosotros y a velar porque nunca nos falte nada.
     No abrir hasta el año 3000 de Mireya Tabuas: en esta novela corta, una niña de 11 años llamada Inés, nos conecta con su realidad mientras nos describe cómo se siente ante todos los cambios que se aproximan a su vida. Esto nos demuestra que desde muy pequeñas las mujeres tenemos nuestras batallas, y en especial en esa edad, es importante contar con el apoyo de una madre que sea una guía y una inspiración para superar cualquier obstáculo que se presente.
     Mujercitas de Louise May Alcot: un clásico de la literatura de 1868, yo la leí siendo pequeña porque en mi casa hay una versión para niños, aunque es más para adolescentes, ya que narra hechos ocurridos en la vida de la autora durante la Guerra Civil de Estados Unidos. Relata cómo deben separarse de su padre mientras él va a la guerra y como ella junto con sus tres hermanas y su madre deben seguir adelante con sus vidas, mientras esperan su regreso con el fin de la guerra.
     El diario de Ana Frank: otro clásico que todos nuestros jóvenes pudieran leer. Annelis Marie Frank Hollander, niña judía de 12 años, que escribe un diario mientras se encuentra escondida con su familia, por casi dos años y medio, durante la Segunda Guerra Mundial. Las hojas de sus tres diarios aún se conservan en la actualidad en conmemoración a su nombre y a las lamentables experiencias que vivió. Es parte de la historia del mundo y permanecerá siempre como la niña que se atrevió a contar lo que muchos no pudieron.
     Yo soy Malala, autobiografía: Malala Yousafzai mujer de 18 años nacida en Pakistán, es una de las activistas y defensora de los derechos civiles y de la mujer más jóvenes que existe en la actualidad. Así como señalo con anterioridad dos historias de mujeres que se convirtieron en parte de la historia, tengo que sugerir la lectura para nuestros jóvenes, de la autobiografía de esta muchacha a quien trataron de asesinar por seguir sus ideales, pero que de igual forma no se ha rendido y pasará también a la historia, gracias a sus esfuerzos y a las condecoraciones que ha recibido, incluido el Premio Nobel de la Paz del año 2014.
     Todos y cada uno de estos libros nos acercan a la vida de muchas mujeres que han luchado y que luchan, perseveran, insisten, persisten y viven para crear una sociedad mejor, en la que todos podamos convivir en paz con nuestras igualdades y nuestras diferencias sin exclusión ni discriminación.

   
Angélica Taboada
Profesora Universitaria
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Madrina de Samuel y Abraham