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martes, 17 de junio de 2014

Aquella violencia: invisible para el adulto, sentida por el niño - Dra. Lidmi Fuguet




Cuando hablamos de crianza, educación y la violencia que pueda estar implicita en estas acciones, siempre esta última es ubicada en lo que hace la otra mamá/papá, el otro maestro, en fin… el otro adulto, se convierte pues en aquella violencia, la violencia ajena, la del Otro.  Y cuando por alguna razón se vislumbra la posibilidad de que esa violencia pueda ser nuestra (bien sea como madre, padre, maestro, tío, hermano o en fin adulto significativo), emergen infinidades de razones vinculadas con los límites, el convivir, la norma, lo correcto y la adecuada formación de la personalidad del niño.  Es así como hemos contribuido de alguna manera a la consolidación de una sociedad que lucha por la minimización de cualquier expresión de violencia en el adulto, pero que aún justifica la violencia hacia la niñez, hasta llegar a invisibilizarla socialmente.
La violencia es una acción que implica la agresión física, verbal, emocional o espiritualmente a una persona. La Organización Mundial de la Salud, define la violencia como “El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.”
Ahora bien, a pesar de reconocer conceptualmente la existencia de las diferentes implicaciones que tiene sobre la persona un acto de violencia, muchos desestiman aquellos que tengan incidencia emocional o espiritual por la imposibilidad de palparla de manera concreta; en otras palabras, socialmente somos más reaccionarios ante la fractura de un hueso que el romper un corazón, y esta indiferencia en muchas ocasiones nos ha llevado a “romperle el corazón al niño” sin darnos cuenta que esta lesión trasciende al llanto momentáneo y puede dejar una herida emocional más profunda que la física.
Para poder reconocer y entender estas expresiones de manera genuina y sentida hacia y para el niño es importante que por un momento hagamos pausas en nuestras creencias e idearios de adultez, aquellos que incluso creemos que son los más adecuados y que si miramos introspectivamente, en silencio y con desnuda sinceridad a veces ni siquiera los conseguimos en nosotros mismos… Y nos propongamos el complejo y develador reto de poner en tela de juicio estos imaginarios y nos conectemos en amor y razón con nuestros niños, de esta manera podríamos darle un tono de mayor legitimidad y razón a las exigencias, peticiones y conductas de quienes hoy en su niñez necesitan de nosotros adultos, atención, comprensión, orientación y amor.
Es en este orden de ideas que expondré tres frecuentes acciones que algunos padres de manera intencionada o no, solemos hacer y que a veces sin darnos cuenta o justificando la acción avalamos la consecuencia en el argumento de formar una personalidad autónoma, independiente y fuerte.
1.  Déjalo llorar: cuántas veces hemos escuchado esta expresión? Personalmente no solo la he escuchado un millón de veces, también la dije otro centenar. Ante esta recomendación se expone una infinidad de razones desde lo biológico (así fortalece los pulmones) hasta lo social (así fortalece su carácter) y me pregunto yo, será que esto de alguna manera funcionó en nosotros? Cómo saberlo? Ni idea! Pero bueno lo seguimos diciendo y haciendo. Ahora bien, si en vez de ver llorar a nuestro hijo, vemos llorar a nuestra pareja, mejor amigo o simplemente el desconocido que llevamos sentado a nuestro lado en el autobús, pensaríamos igual? Lo dejaríamos solos para que fortalezca sus pulmones y personalidad? Ni pensarlo! correríamos a consolarlo y apoyarlo. Entonces qué es lo que hace genuino un llanto, la edad del ejecutor? No! El llanto lo hace genuido el humano que lo ejecuta y las emociones que lo motivan, así que todos, indistintamente de la edad, todos lloramos legitimamente y necesitamos amor, consuelo y comprensión.
2.  Ignóralo: sin entrar en detalles psicológicos y conductuales de las implicaciones emocionales que tiene ignorar a una persona, analicemos esta situación desde la sabiduría popular, muchas veces leemos y escuchamos que “no hay peor castigo que ser ignorado”, esta acción incluso pasa a ser el mejor consejo entre adolescentes cuando un novio lastima al otro… increiblemente también se ha posicionado como el mejor consejo para extinguir una conducta inadecuada en un niño, como lo es la pataleta.  Los niños se encuentran en proceso de conformación y crecimiento de sus estructuras cognitivas, emocionales y lingüísticas, es por esa razón que en oportunidades explotan emocionalmente porque se sienten impotentes ante la necesidad de expresar sus pensamientos y emociones y ser comprendidos , entonces... zaaasss, aparece la pataleta.  Ante esto el niño necesita ser visto, atendido, acariciado y comprendido desde sus necesidades, necesita ser acompañado para darle sensación y nombre a lo que está sintiendo y expresando, de esa manera lo orientaremos en el complejo camino de entender el mundo y no en el simple y oscuro camino de extinguir conductas… Bueno, conductas que no se extinguen del todo, porque de adultos seguimos haciendo pataletas, o es que ninguno de nosotros nos hemos molestado con alguien y hemos dicho cosas de las que luego tenemos que retractarnos y disculparnos, o nunca hemos trancado un teléfono, lanzado una puerta o torcido una mirada.
3.  Dale su nalgada: debo reconocer que antes de ser madre este argumento formaba parte de mi discurso, “la nalgada a tiempo”, muchos la hemos recibido y (creemos que) no tenemos ningún trauma por ello, fue leyendo a respetables defensores de la infancia como Carlos González, a Berna Iskandar y Laura Gutman, entre otros, que entendí que la nalgada a tiempo de acción acertiva, constructiva y pertinente en conducta y tiempo no tiene nada. Pongamos bajo sospecha algunos de sus argumentos: (a) “no deja traumas, pero si enseña” pensemos en ese momento que nos dieron de niños una “pela”, disfrutamos de ello?, no hubiesemos preferido por ejemplo que mamá o papá nos cargaran y nos explicaran? O estamos conformes con esos golpes? Y por cierto, qué fue exactamente lo que aprendimos?, (b) “a tiempo” para que sea realmente un estímulo castigo que busca extinguir la conducta debe efectuarse inmediatamente después de la aparición de la conducta inadecuada, por lo que debemos entonces autorizar a todo aquel adulto que comparta con el niño, incluyendo a los docentes en el caso de que los niños ya se encuentren escolarizados, lo permitirías? De ser negativa la respuesta, la nalgada a tiempo deja de tener temporalidad oportuna y pasaría a ser simplemente una nalgada, es decir, sencillamente pegarle a un niño (quien por comparación de fuerzas con el adulto es indefenso).
Realmente podría extenderme con más explicaciones y ejemplos, sin embargo creo pertinente dejar la reflexión en este momento hasta aquí, a futuro seguiremos abordando el tema, lo importante a resaltar antes de finalizar es la invitación a dejar de ver la violencia como ajena, para ver la nuestra, conmover los argumentos que invisibilizan la violencia infantil y reconocer los verdaderos sentires de los niños ante nuestras acciones y de esta manera transformar nuestras creencias e idearios sobre la crianza y la niñez y construir un mejor ambiente de amor y comprensión para nuestros hijos, que redundará en la paz y el bienestar de la familia y la sociedad.

Lidmi Fuguet
Mamá de Sabrina
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lctura y Escritura
Doctora en Educación
Creadora de Pequeñas Estrellitas

miércoles, 11 de junio de 2014

Mi niñera se llama tecnología - Profa. Angélica Taboada




  
Desde hace años, como muchos, soy asidua al uso de internet y de las redes sociales, son medios que usamos para comunicarnos, informarnos, bromear, jugar y hasta para aprender. La invasión ha sido de tales magnitudes que en algunos casos se ha convertido en médico de cabecera, farmacéutico, orientador, psicólogo, asesor de moda, consejero amoroso, maestro o niñera.
Estas últimas opciones me han hecho pensar, hasta qué punto podemos confiar nuestras vidas al internet, o mejor aún, hasta qué punto dejamos que eduque a nuestros hijos.
En dos semanas he realizado un recuento mental de algunos “consejos” o artículos leídos y me pregunté ¿te imaginas si todas las personas hicieran caso a cada una de lo que encuentran o les envían en la web? Mi respuesta fue: comerían de todo o no comerían nada, bebieran de todo o no bebieran nada, esperarían hasta encontrar a su pareja ideal o pasarían el resto de su vida con la primera persona que les dice “te amo”, más nunca se sacarán una autofoto porque según un estudio es un trastorno psicológico, todos tuviéramos un refugio animal en nuestras casas, a los que nos gusta el color azul nos dejaría de agradar porque según otro estudio es el color predilecto de las personas con algún problema mental, ya no usáramos los teléfonos inteligentes porque te alejan de la sociedad o te causan daños musculares, entre muchas y muchas más.
Ahora bien, sabemos que nuestros niños tienen acceso a toda esa información, a cada uno de esos elementos educativos o contaminantes del internet por lo que surge también la siguiente interrogante: ¿dejarías en manos de un computador el cuidado de tus hijos?
No es cuestión de satanizar todos sus contenidos, puesto que tienen sus elementos positivos, se trata de orientar, guiar y buscar un equilibrio de toda la información que leen. Los niños pasan al menos cinco horas diarias en la escuela, el resto del día están en casa, en tareas dirigidas, por mi experiencia sé que muy pocos acuden a actividades extraescolares relacionadas con el deporte o las artes. Por lo general, en el hogar pasan largo tiempo ante la tv, el video juego o el computador, ¿cuántas cosas pueden ver en esas horas? Si solo con leer el titular de una nueva “investigación”  pueden cuestionar su actuación personal o social y procuran modificar sus conductas adecuándolas a lo exigido por el resto de la humanidad.
Son niños vulnerables a cambios permanentes, bombardeados por estímulos visuales constantes y que en algunos casos no poseen orientaciones de un adulto que los ayuden a comprender toda información, o por lo menos a discriminar entre lo que es aceptable y lo que no.
Es por esto que como padres tenemos, hoy más que nunca, una labor importante en el desarrollo personal y social de quienes nos siguen los pasos. La tecnología seguirá en avance y cada vez más y más ideas intentarán seducir la mente de esos pequeños diamantes en formación.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Debemos buscar alternativas que nos permitan bajar la frecuencia en el uso del internet, lo que a su vez nos permitirá pasar más tiempo con nuestros hijos. Lo anterior no implica que abandone mis labores hogareñas, por el contrario, incluir a los niños en las mismas es una buena forma de compartir con ellos: doblar la ropa, cocinar, hacer las camas, entre otras; además de realizar actividades familiares como leer, cantar, bailar y jugar. Todas estas acciones, por pequeñas que parezcan, marcarán huellas y ayudarán con las formación de futuros hombres y mujeres críticos y valiosos para la sociedad.
Los grandes avances tecnológicos son maravillosos, pero nada puede reemplazar el buen consejo de una madre o un padre. 



Profa. Angélica Taboada
Magister en Lectura y Escritura
Profesora Universitaria