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jueves, 21 de julio de 2016

Un niño que lee, es un niño feliz - Angélica Taboada


    
 En Venezuela el tercer domingo de cada mes de julio se celebra el día del niño donde se conmemora la moción de bienestar y protección para con todos nuestros niños, una vez más me tomo este espacio para resaltar la importancia de compartir con nuestros pequeños y que tal si luego de un día de juegos, helados y mucha diversión nos tomamos unos minutos para leerles un libro; aquí les dejo algunas sugerencias que espero disfruten mucho.
     Un diente se mueve de Daniel Barbot: ¿Qué pasaría si con el ajetreo de la celebración se le cae un diente a uno de nuestros pequeños en edad de muda? Pues lo mejor es leer este cuento que les explica lo que sucede con los dientes que pierden, qué hacen los ratones con esas pequeñas piezas blancas y por qué les dejan una moneda en su lugar.
     La noche de las estrellas de Douglas Gutiérrez y María Fernanda Oliver: este es uno de mis cuentos favoritos y no había tenido el espacio para promocionarlo y qué mejor momento que este. Nos narra la historia de un señor al que no le gustaba la noche porque era muy oscura, luego de mucho tiempo encontró una forma de iluminar el cielo con la creación de la luna y las estrellas, con esto nos enseña que siempre, por más oscuro que esté todo y nos dé mucho miedo siempre habrá una luz que nos iluminará y guiará nuestros caminos.
     Cuentos en verso para niños perversos de Roald Dahl:  todos en algún momento hemos leído La Cenicienta, Blanca Nieves y los siete Enanos, Caperucita Roja y el lobo, los tres cerditos, Rizos de oro y los tres osos y Juan y la habichuela mágica. Muchas veces incluso hemos visto sus versiones en películas, pero en este caso Dahl con su gran genialidad revuelve todas estas historias para crear una sátira muy divertida de cada uno de ellas. Seguramente se reirán mucho en familia con estas agitadas letras.
     Cuentos Silenciosos de Benjamin Lacombe: este libro álbum crea un gran impacto en los niños, también en muchos adultos, puesto que solo posee imágenes que revelan escenas de los cuentos clásicos, por ser troquelado genera muchas sensaciones desde ese lobo de caperucita con unos dientes muy afilados que parece te puede comer hasta la más inocente mariposa que con su cara de tristeza te hace querer consolarla. Te provoca irte al País del Nunca Jamás con esa luna esplendorosa o esconderte entre las cartas de Alicia en el País de las Maravillas. Con cada una de estas imágenes podemos recrear en familia cada una de esas historias que todos conocemos, además que le da libertad a los pequeños de crear e imaginar sus propias narraciones.
     Buenas noches Gorila de Peggy Rathmann: el guardia del zoológico va por cada uno de los espacios de los animales para darles las buenas noches, pero Gorila que es muy travieso los libera a todos y se van a casa del guardia y su esposa para pasar la noche con ellos. Porque los animales también quieren vivir en libertad y cerca de humanos que los protejan y los cuiden. Este libro álbum es maravilloso para los más chiquitos porque sus imágenes hablan por sí solas.
     Yo puedo y Yo también de Susane Winter: son dos libros en los que se ve el afecto y el cariño que existe entre los hermanos, que a pesar de las diferencias de edad y de querer imitar lo que hace el otro siempre habrá algo muy grande que los une y hace especial la relación entre ellos.
     El sueño de la vaca de Ane Rodríguez: este texto lo recomiendo no solo por su genialidad en contarnos la historia de cómo nació la vaca mariposa, que todos los venezolanos conocemos. Lo hago porque es un gran homenaje a una persona que siempre fue querido, aclamado y estuvo rodeado de niños. Nuestros pequeños de ahora deben conocer a Simón Díaz y qué mejor manera que con esta vaca que se hizo famosa con una letra que se convirtió en canción.
     Todos los días son días para los niños, para dedicarles tiempo, amor, ternura y libros, pero en este en especial vamos a brindarles todas esas cosas multiplicadas por dos y hasta por tres. Es necesario compartir con nuestra familia y hacerles saber lo importantes que son para nosotros, estos libros harán aún más genial la celebración, saquemos además a nuestros niño interno para que también disfrute de la jornada.
“Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas lo recuerden” El principito 

Angélica Taboada
Profesora Universitaria
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Promotora de lectura
Madrina de Samuel y Abraham

    

lunes, 11 de julio de 2016

La culpa es de mamá: la escuela me acusa - Lidmi Fuguet




Antes de comenzar este post deseo expresarles mi más sincero reconocimiento a esas madres que han tenido la valentía de enfrentarse firmemente a los estragos de la cultura academicista de nuestras escuelas y alzar su voz por el respeto a la infancia, respeto a su hijo… Si cada una de nosotras hacemos eco de los abusos escolares, iremos transformando esas lamentables realidades para hacer de la escuela un escenario genuino de aprendizaje.

Quien ha tenido alguna experiencia escolar, bien como alumno, docente o representante ha sentido en algún momento cierta incomodidad con respecto a algunas prácticas educativas. Y es que irónicamente, la escuela, ese lugar que ha sido creado para cuidar y enseñar al niño, orientar a los padres y mediar procesos sociales de su comunidad, a veces (por no pecar de generalizadora e injusta al decir muchas oportunidades) pareciera no tomar en cuenta los procesos evolutivos del niño, el reconocimiento de los vínculos afectivos madre/padre-hijo y las reales necesidades e intereses de las familias y la comunidad en la actualidad.

Como este es un tema que brinda mucha tela que cortar, hablaremos de un punto en particular, la constante culpabilidad que le atribuyen los miembros de la escuela a la mamá con respecto a cualquier conducta considerada inapropiada por parte del niño. Y es que pareciera que no hay manera de escapar ante tal señalamiento… por cierto, aclaro que con el presente planteamiento no pretendo restarle responsabilidad a las madres con respecto a la crianza, nada más alejado a mi planteamiento, pues tengo la firme convicción que la enseñanza en casa es la base para la consolidación de la personalidad del niño; por el contrario, mi llamado de atención en este post es hacia la necesidad de dejar de juzgar a las madres y etiquetar a los niños con un discurso aparentemente “academicista y especializado” que en muchas oportunidades nos acerca más a problemas (innecesarios) que a soluciones, veamos a continuación algunos ejemplos de ello:

1.     Generalmente los niños son penalizados por ser muy activos, en el momento en que los niveles de actividad del niño superan las normativas escolares y las expectativas de los docentes, entonces la madre es penalizada en consecuencia por su estilo de crianza, poniendo en tela de juicio la forma como se establecen los límites en casa, como se impone la autoridad o como se excede consintiendo al niño… este último punto salpica hasta a los abuelos.
2.     Cuando un niño no logra concentrarse en clase, casi de manera inmediata es remitido a algún especialista quien procede a la realización de una serie de evaluaciones dirigidas a indagar en las causas internas en el niño o aquellas vinculadas con los aspectos sociales del entorno inmediato, entiéndase la familia y establecer diagnósticos que etiquetan al niño y juzgan a la madre… ni hablemos si por algún motivo, bien sea económico o por conocimiento de causa, la madre decide no llevar a su hijo al “especialista”, la madre es doblemente juzgada.  En pocas oportunidades se indaga sobre la didáctica implementada en la escuela, la motivación que es capaz de promover el docente para incrementar el interés y la participación de los niños, siendo en muchas oportunidades esta una de las razones centrales
3.     Si el pequeño no cubre los niveles esperados en aparencia, vestimenta, asignaciones o las expectativas en hábitos escolares o contenidos curriculares, las madres somos penalizadas con pocas posibilidades de defendernos. Cuántas veces hemos escuchado a las maestras culparnos con frases como: - usted tiene mucha responsabilidad en eso porque no pone mano dura – su hijo está muy inmaduro porque es muy consentido – debe colaborar un poco más reforzando en casa. Lamentablemente, son pocas las veces que el maestro entiende que ser mano dura no implica enseñar de manera consciente respeto y límites, los gestos de amor y atención no generan inmadurez y el reforzamiento de contenidos sin contexto no promueve la construcción del aprendizaje.

Si bien es cierto que como madres en oportunidades cometemos errores en nuestros estilos de crianza, más cierto aún es que cuando nos conectamos conscientemente con nuestro instito materno somos capaces de regular, enmendar y aprender de nuestros propios errores, por lo que la escuela debería hacer mayores esfuerzos en entender al niño desde sus genuinas necesidades y naturales características, juzgarlos menos desde esos parámetros artificiales que ha construido la cultura escolar tradiocionalista y avanzar hacia propuestas más humanas y respetuosas que inviten e incluyan a la madre en pro del bienestar de sus hijos y que no la excluya con juicios y culpas preelaboradas.

Finalmente deseo expresar mi agradecimiento a madres amigas, quienes me han contado y confiado sus experiencias, las cuales dieron la inspiración para estas líneas... y reconocer que yo también me he sentido juzgada y he sido señalada como culpable, por eso también he alzado mi voz.

Lidmi Fuguet
Mamá de Sabrina
Profesora en Educación Especial – Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Coordinadora de Pequeñas Estrellitas @PeqEstrellitas






En julio el mes se llenó de color con David McKee - Diana Nivia Garnica




 Para este mes la gran mayoría de los niños y jóvenes están a punto de terminar su período escolar. Un año que probablemente ha estado colmado de mucho estudio, juegos, tareas y amigos. Es por ello, que en esta oportunidad seleccioné a un autor cuyos textos logran transmitirnos un aire de frescura y diversión, tras sus líneas se esconden valores incalculables y las imágenes derrochan chispazos de color. Se trata de David McKee, un escritor e ilustrador inglés.
     De este autor sabemos que nació en Inglaterra en 1935. Sus estudios comenzaron en la Escuela de Artes donde dibujaba tiras cómicas para periódicos y revistas. Una vez culminada su carrera siguió dibujando caricaturas y esto le sirvió de sostén durante cierto tiempo. También trabajó para una compañía de servicio público de comunicación del Reino Unido en la que desarrolló diversos proyectos de cine.
     Sus trabajos han sido publicados en más de 20 países y en cada uno de ellos ha ido dejando una huella invaluable. Pues él no suele escribir para cualquier persona, cuando escribe piensa en el niño que de alguna manera habita en cada uno de nosotros. En palabras textuales del propio McKee “cuando pienso en los álbumes, veo que no sólo es un tipo de libros para niños, es también un libro para adultos. Yo pienso en trabajar para mí, para los niños y para los adultos. Me gusta pensar que escribo para el adulto que el niño será un día y para el niño que aún está en el adulto”. Con esta hermosa reflexión los invito para que conozcamos algunas de sus obras.
El baño de Élmer: cada momento es una ocasión especial para invitar a nuestros niños a disfrutar de la lectura. Es por ello que David ha creado este singular cuento inspirado en su personaje principal como lo es el simpático elefante Élmer. El libro está elaborado en plástico y es muy fácil de manipular, ideal para que los más pequeñitos de la casa lo puedan disfrutar mientras reciben un rico baño en la tina.
Los amigos de Élmer: aquí, Élmer nos presenta a cada uno de sus amigos de la selva, comienza describiéndonos la cebra que se caracteriza por ser la más rayada, el león por tener el rugido más fuerte, el búho por ser el amigo más sabio, y así sucesivamente, hasta que al final nos recuerda que todos son diferentes. Este libro es un buen recurso para trabajar los nombres de los animales, los colores y las formas y, también es perfecto, para reforzar el tema de la diversidad, la tolerancia y el respeto. Está elaborado en un formato pequeño y en un material resistente que les permite a los niños pasar sus páginas con facilidad mientras disfrutan de un delicioso texto.
Elmer y los hipopótamos: este relato trata sobre un grupo de hipopótamos que quieren bañarse de ahora en adelante en las aguas donde habita una manada de elefantes, en virtud de que su río se ha secado. Pero los amigos de Élmer no quieren compartir el río con los hipopótamos. En búsqueda de una solución, Élmer propone trabajar entre todos para mover las inmensas rocas que han trancado el paso del río y al término de esto poder disfrutar juntos de un buen chapuzón. Esta aleccionadora historia nos invita a reflexionar y a poner en práctica la tolerancia y la colaboración hacia el otro, valores que hoy más que nunca debemos tenerlos presentes en nuestras vidas.
Elmer y Wilbur: el elefante de muchos colores vuelve a ser el protagonista en este libro. En esta oportunidad el travieso primo de Élmer se ha extraviado en el bosque. Pronto todos los elefantes saldrán a buscarlo pero antes de su encuentro tendrán que atravesar por muchas aventuras. El cierre de este cuento es uno de mis favoritos no solo por el desenlace de la historia sino también por la forma soslayada(o disimulada) a través de la cual el autor invita a dormir plácidamente a más de un niño.
Elmer y Rosita: si creíamos que el elefante a cuadros solo tenía amigos, en esta historia nos enteraremos que esto no es del todo cierto. Pues, Elmer tendrá la oportunidad de conocer a Rosita, una linda y tímida elefanta de color rosado. Por un momento él pensó que solo ella tenía ese color, pero en poco tiempo se dio cuenta de la existencia de una manada rosada, en la que todos aparentemente eran iguales pero en el fondo cada uno era único en su especie. Así como pasa con los niños, son seres únicos e irrepetibles.
Elmer y el abuelo Eldo: este texto es hermoso, por una parte, por sus coloridas imágenes y, por otra, porque nos habla del amor hacia nuestros abuelos. Élmer buscó las frutas favoritas del abuelo Eldo para llevárselas en su próxima visita. De esta manera ambos se reencontrarían y comenzarían a recordar infinitos momentos en los cuales habían compartido juntos y, aunque en algún instante, Élmer dudo de que su abuelo estuviese recordando todo, este le hizo saber que a pesar de la vejez, un elefante nunca, nunca olvida nada.
     Como pueden constatar todos los cuentos de McKee contienen textos entretenidos, llamativos, diferentes, didácticos, lo que genera las ganas de leerlos y por ende de   compartirlos con los más pequeños. Y de eso se tratan estos breves post que escribimos cada mes con dedicación y esmero para que tanto adultos como niños disfruten de la magia de leer.

Diana Nivia
Profesora de Educación Especial en Deficiencias Auditivas
Magister en Lingüística
Profesora Universitaria 
Intérprete de Lengua de Señas Venezolana