Desde hace años, como
muchos, soy asidua al uso de internet y de las redes sociales, son medios que
usamos para comunicarnos, informarnos, bromear, jugar y hasta para aprender. La
invasión ha sido de tales magnitudes que en algunos casos se ha convertido en
médico de cabecera, farmacéutico, orientador, psicólogo, asesor de moda, consejero
amoroso, maestro o niñera.
Estas últimas opciones me
han hecho pensar, hasta qué punto podemos confiar nuestras vidas al internet, o
mejor aún, hasta qué punto dejamos que eduque a nuestros hijos.
En dos semanas he realizado
un recuento mental de algunos “consejos” o artículos leídos y me pregunté ¿te
imaginas si todas las personas hicieran caso a cada una de lo que encuentran o
les envían en la web? Mi respuesta fue: comerían de todo o no comerían nada,
bebieran de todo o no bebieran nada, esperarían hasta encontrar a su pareja
ideal o pasarían el resto de su vida con la primera persona que les dice “te
amo”, más nunca se sacarán una autofoto porque según un estudio es un trastorno
psicológico, todos tuviéramos un refugio animal en nuestras casas, a los que
nos gusta el color azul nos dejaría de agradar porque según otro estudio es el
color predilecto de las personas con algún problema mental, ya no usáramos los
teléfonos inteligentes porque te alejan de la sociedad o te causan daños
musculares, entre muchas y muchas más.
Ahora bien, sabemos que
nuestros niños tienen acceso a toda esa información, a cada uno de esos
elementos educativos o contaminantes del internet por lo que surge también la
siguiente interrogante: ¿dejarías en manos de un computador el cuidado de tus
hijos?
No es cuestión de satanizar todos
sus contenidos, puesto que tienen sus elementos positivos, se trata de
orientar, guiar y buscar un equilibrio de toda la información que leen. Los
niños pasan al menos cinco horas diarias en la escuela, el resto del día están
en casa, en tareas dirigidas, por mi experiencia sé que muy pocos acuden a
actividades extraescolares relacionadas con el deporte o las artes. Por lo
general, en el hogar pasan largo tiempo ante la tv, el video juego o el
computador, ¿cuántas cosas pueden ver en esas horas? Si solo con leer el
titular de una nueva “investigación” pueden cuestionar su actuación personal o
social y procuran modificar sus conductas adecuándolas a lo exigido por el
resto de la humanidad.
Son niños vulnerables a
cambios permanentes, bombardeados por estímulos visuales constantes y que en
algunos casos no poseen orientaciones de un adulto que los ayuden a comprender
toda información, o por lo menos a discriminar entre lo que es aceptable y lo
que no.
Es por esto que como padres tenemos,
hoy más que nunca, una labor importante en el desarrollo personal y social de
quienes nos siguen los pasos. La tecnología seguirá en avance y cada vez más y
más ideas intentarán seducir la mente de esos pequeños diamantes en formación.
Entonces, ¿qué podemos
hacer? Debemos buscar alternativas que nos permitan bajar la frecuencia en el
uso del internet, lo que a su vez nos permitirá pasar más tiempo con nuestros
hijos. Lo anterior no implica que abandone mis labores hogareñas, por el
contrario, incluir a los niños en las mismas es una buena forma de compartir
con ellos: doblar la ropa, cocinar, hacer las camas, entre otras; además de
realizar actividades familiares como leer, cantar, bailar y jugar. Todas estas
acciones, por pequeñas que parezcan, marcarán huellas y ayudarán con las
formación de futuros hombres y mujeres críticos y valiosos para la sociedad.
Los grandes avances tecnológicos
son maravillosos, pero nada puede reemplazar el buen consejo de una madre o un
padre.
Profa. Angélica Taboada
Magister en Lectura y
Escritura
Profesora Universitaria
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