Al hablar de estimulación, inmediatamente nos viene a la cabeza la imagen
vinculada a la posibilidad de garantizar mayores niveles de inteligencia de
nuestro hijo en comparación con estándares conductuales del desarrollo. Si bien
esto podría ser una noción un tanto cierta, es conveniente aclarar que no es
tan determinante como se piensa, ni lo más importante, veamos a continuación
algunas ideas al respecto.
Partiendo de la premisa que nuestro hijo es un ser único e irrepetible, entendemos pues que cada niño tiene un
ritmo de desarrollo particular, que si bien responde genéricamente a parámetros
universalmente aceptados, estas orientaciones conductuales no deben verse como
patrón estático. Qué quiere decir esto? Vamos a graficarlo con un ejemplo,
muchos sabemos que los niños se inician en el gateo aproximadamente a los seis
o siete meses de edad, su aparición más temprana no implica mayor inteligencia,
así como su manifestación más tarde no se traduce necesariamente en un retraso
significativo del desarrollo, pues como se dijo inicialmente, cada niño tiene
su ritmo y este debe ser respetado y acompañado.
Es dentro de este marco de ideas que la estimulación se propone
como una actividad dinámica y respetuosa de encuentro entre el adulto
significativo (puede ser mamá, cuidadora, terapeuta, docente) y bebé; en este
sentido, debe dejar de verse como acciones dirigidas a acelerar la ejecución
con la presunción de incremento intelectual, empezando entonces a entenderlo
como un momento de disfrute y reconocimiento mutuo para desarrolar de manera
integral al bebé abarcando aspectos tales como: la psicomotricidad, la
cognición, los sentidos, el lenguaje, lo emocional, lo social y espiritual.
Para garantizar una estimulación oportuna de calidad y disfrute
tanto para mamá como bebé, se recomienda:
1. Respetar los ritmos de aprendizaje de los bebés, no esperar ni más
ni menos de nuestros hijos, sino lo necesario y oportuno en función de sus
potencialidades e intereses, para ello debemos conectarnos con ellos y
reconocerlos como sujetos en crecimiento y en necesidad de acompañamiento
amoroso.
2. Establecer rutinas y hábitos flexibles: si bien la organización e
implementación de rutinas es realmente favorable para la conformación de
estructuras cognitivas y emocionales del bebé, no se debe hacer de ello un
horario estático e inviolable, al contrario debe ser flexible y adaptable a los
intereses y necesidades de los involcrados, tomando como marco referencial prioritario al bebé.
3. Evitar situaciones y momentos de incomodidad: debemos estar muy
atentos a la selección de los horarios y tipo de actividad (activas o pasivas)
que se desea ejecutar en función de los estados de ánimo y disposición del
bebé, por ejemplo si notamos que nuestro hijo es muy pasivo a tempranas horas
de la mañana se sugieren ejercios tranquilos acordes a su sentir.
4. NO presionar la aparición de conductas prematuras: forzar la
manifestación de conductas realizando actividades en exceso, más que potenciar
al bebé lo que puede ocasionar es la aparición de negaciones e incomodidades y
hasta estrés en el bebé y en su madre, pues la estimulación se convierte en una
acción retante con expectativas alejadas a las reales necesidades madurativas
(desde lo biológico, emocional y espiritual) del niño.
Para finalizar, se hace imprescidible resaltar que el gran popósito
de una adecuada estimulación oportuna y respetuosa, más allá de maximimizar las
potencialidades de nuesto bebé, debe estar dirigida a alcanzar la máxima
felicidad y experiencia de vida en conexión sincera y armónica con nuestros
seres amados, ese es el secreto para un crecimiento saludable en cuerpo y mente
para mamá y bebé... y también para toda la familia.
Lidmi Fuguet
Mamá de Sabrina
Profesora en Educación Especial mención Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Creadora de Pequeñas Estrellitas
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