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martes, 29 de marzo de 2016

Desmontando mitos en la crianza (5): soy la autoridad - Lidmi Fuguet



El tema de la autoridad dentro de las relaciones familiares tiende a presentarse de manera confusa y compleja cuando la misma es asumida como sinónimo de respeto. Muchas veces, esperamos que nuestros hijos respondan positivamente ante nuestras demandas y cuando por alguna razón (lógica o no ante la interpretación adultocentrista) el pequeño decide revelarse o contrariar la demanda de la madre o el padre, se siembra en nuestro interior una gran duda sobre si ceder afecta la forma cómo mi hijo me puede ver, pues puedo pensar que ceder implica, perder autoridad y por consiguiente, disminuir la  autoridad puede interpretarse como menoscabo del respeto… Y no hay nada más erróneo que esto!
Si bien el respeto y la autoridad pueden (y deben) ir tomadas de la mano, éstas no pueden ser vistas como un algoritmo de adición simple, donde la suma de sus valores siempre resultarán lo mismo, indistintamente del orden en el que se presenten; pues no, aquí la operación aritmética pasa a ser mucho más compleja que una agrupación de partes y el orden en el que se presenten sí pueden afectar significativamente el cómo se establezcan estas relaciones entre los integrantes de la familia, veámos por qué?
Si insistimos en establecer el respeto sobre la base de actitudes autoritarias, posiblemente lograremos la manifestación de conductas socialmente “aceptadas” por parte de nuestros hijos, las cuales nos traerán mayor tranquilidad y comodidad en nuestro proceso de maternidad/paternidad durante los años de infancia; sin embargo, la vinculación con el respeto estará nublada por la sombra del miedo, por lo que nuestros hijos “harán caso” no porque nos respeten o entiendan la intencionalidad del bien o el mal en sus acciones, sino porque temen a ser reprendidos o castigados por sus padres, actitud que luego trasladarán al resto de las relaciones jerárquicas donde el que ejerce la autoridad concentra el poder, ejemplo: docente en la escuela, compañero líder del salón de clases, jefe en el trabajo o futura pareja.
Por el contrario, si establecemos relaciones de comprensión, empatía y comunicación fluída con nuestros hijos, promoveremos un vínculo respetuoso bidireccional, que redundará en la construcción de un sistema democrático en el hogar, lo cual indudablemente conducirá a una relación de autoridad donde el poder no está concentrado en una sola figura (papá o mamá) sino una autoridad respetuosa, responsable y circunstancial. En un futuro, nuestro hijo tendrá capacidades emocionales que les serán favorables para respetar y hacer respetar la autoridad, no por miedo, sino por convicción.

·      Autoridad + poder = respeto por sumisión y miedo
·      Respeto + comunicación = autoridad democrática y circunstancial

Si bien es cierto que este tema nos mueve y conmueve internamente por el temor a que nuestros hijos fracasen socialmente, tenga la plena certeza que amor suma amor y respeto suma respeto… así como presión, humillación y castigo suman miedo, en sus manos está gran parte del resultado de esta operación.

Lidmi Fuguet
Mamá de Sabrina
Profesora en Educación Especial – Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Coordinadora de Pequeñas Estrellitas @PeqEstrellitas


Texto original publicado en el blog de Pollito Inglés - Colaboradora Pollito 

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