Iniciaré este post citando la definición de IGNORAR que nos
ofrece el diccionario de la Real Academia Española
“No hacer caso de algo o de alguien, o
tratarlos como si no merecieran atención”
Ahora continúo con una interrogante
para la reflexión: dígame, con toda la sinceridad, si existe algún motivo,
razón o circunstancia que pueda justificar que su hijo puede ser tratado “como
si no mereciera atención”?
Bien, mi respuesta es NO!, no existe
ningún motivo! Pero si aún piensas que si existen momentos donde es mejor
ignorar a un niño, trataré a continuación de convercerle con algunos argumentos
que van un poco más allá del saber popular o el sentido común.
Desde el punto de vista psicológico, en
particular desde el Paradigma de la Psicología Conductista, una conducta
considerada inadecuada puede extinguirse mediante: (1) el reforzamiento con estímulos negativos, es
decir, estímulos que generen una reacción de desagrado, negación, miedo o temor
a repetirla, o (2) por medio del desuso lo que conlleva al olvido de la
manifestación.
En este sentido, vemos como ambas
propuestas para la desaparición de la conducta considerada socialmente
inaceptable (como el caso de la pataleta o berrinche) están relacionadas con la implementación de un reforzador en ese
caso negativo y otra con la decisión del individuo en no utilizarlos, en ninguno
de los casos vemos que el no reaccionar, el no trata, pueda considerarse como
el estímulo transformador de conducta, pues el ignorar podría considerarse como
la ausencia de estímulo.
Por otro lado, cambiando el cristal del
lente y ubicándonos en un Paradigma Humanista que reconce la unicidad del
ser, resalta el aspecto emocional del
individuo y sus capacidades de acción, el
ignorar determinadas manifestaciones de nuestros hijos puede convertirse en un
arma de doble filo, pues si bien posiblemente disminuya su conducta, esta
reacción dificilmente será una consecuencia de satisfacción genuina a sus
demandas o por madurez emocional, sino que lo hará por una sensación de
abandono que le ha hecho entender que quienes están a su alredor no lo
atenderán oportunamente y esta construcción la llevará internamente y se
fortalecerá al pasar del tiempo como un muro que divide el mundo entre padres e
hijos, situación que puede retornarse a nostros con un mayor costo en la etapa
de la adolescencia.
Es por ello que es importante
reflexionar sobre si en realidad mi interés como madre es que mi hijo se
comporte bien, aunque el costo sea reprimir sus sentimientos para poder ser
aceptado por el resto de las personas o que desarrolle la capacidad de sentir y
autoregular sus emociones; si nuestro interés se ubica en este último punto,
entonces debemos darle a nuestro hijo la oportunidad de experimentar, tomar
decisiones y expresarse, vivir es la única manera de garantizar el aprendizaje
significativo.
Otro elemento que debemos tener claro
es que atender no es sinónimo de ceder y tampoco implica darle al niño todo lo
que pide para que se calme, incluso en situaciones en las que creemos que lo
que pide no sea beneficioso; no, para nada atender significa eso, así como
ignorar tampoco significa ser fuerte y mantener la autoridad en la
relación. Ignorar, para un niño es
abandono, así como lo es de doloroso para un adulto que necesita que alguien lo
escuche, lo atienda o lo mire y el otro no lo hace.
Ignorar lastima, mientras que atender y
acompañar enseña.
Hace pocos días una amiga me comentaba
que su nene de 2 años había tenido dos días intensos pues por todo hacía
pataleta, luego manifestó un quebranto producto de un virus y reflexionaba
sobre cómo esa actitud prevía podía tener una vínculación con su malestar
físico, ciertamente al no tener el nené palabras para expresar su malestar
rompía emocionalmente ante cualquier sitación por necesidad de cuidados porque
se sentía indispuesto… y a quién no le gusta que lo atiendan cuando se siente
mal?
Con este ejemplo, les hago la
invitación a ver más allá de la conducta y a intentar interpretar las reales causas
de estas manifestaciones, para poder atender de manera eficaz y oportuna y
evitar así ignorar indicadores importantes de salud, bienestar, crecimiento y
emotividad de nuestros hijos
Lidmi Fuguet
Mamá de Sabrina
Creadora y Coordinadora de Pequeñas Estrellitas @PesEstrellitas
Profesora en Educación Especial - Dificultades de Aprendizaje
Magister en Lectura y Escritura
Doctora en Educación
Investigadora en el área de Infancia
Texto original publicado en el blog de Pollito Inglés - Colaboradora Pollito
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